sábado, 17 de noviembre de 2012

Pregón de las fiestas de San Clemente



            Reproduzco el Pregón de las fiestas de San Clemente, obra del ex alcalde José Antonio Gallego. Una lección de historia de Lorca, de la Región de Murcia, y un llamamiento a la convivencia y la solidaridad.


PREGÓN MOROS, JUDÍOS Y CRISTIANOS 2012

            Iltmo.Sr. Alcalde de Lorca;
            Sr. Presidente de la Federación Festivo Cultural San Clemente y Junta directiva;
            Festeros todos, por unos días cristianos, moros y judíos;
            Amigos lorquinos.

            Ante todo, gracias al presidente y junta directiva de la Federación por el honor que me confiere al permitirme pregonar los festejos de moros, cristianos y judíos este año.

            Para un jubilado, que quiere decir retirado de la vida pública, la posibilidad de asomarse a la actualidad de su ciudad supone algo más que un honor, que lo es, supone sentirse vivo y en cierto modo útil, cuando a veces el retiro te convierte en un observador lejano que no quiere descansar en la nostalgia ni en cualquier tiempo pasado fue mejor, pero que las más de las veces te encuentras desubicado porque los tiempos avanzan que es una barbaridad, como diría aquel literato.

            Cuando pasas de la vida pública al retiro te haces invisible y la pátina del tiempo diluye tu imagen. Acabo de entrar en la década peligrosa y he cruzado el umbral que separa la madurez de la vejez y como anciano aspiro a poco más que sentarme en el ágora, en la plaza pública y hablar con los demás ancianos, como en la Antigua Grecia, de las cosas públicas y hacer del ocio mi profesión, porque hay que tener en cuenta que del ocio nació la Filosofía, la sabiduría, la ciencia.

            Mis pocas ocupaciones, además de las familiares, me llevan a pasear por las calles de Lorca y sentir el pulso de la ciudad, empaparme del ambiente, hablo con sus gentes (del paso por la política quedan las fotos y los amigos), veo sus paisajes, oigo sus sonidos. Sobre todo en estos últimos tiempos donde Lorca está muy viva, porque las heridas del terremoto la han hecho más viva, más activa y también más sensible, más preocupada por cosas que afectan a la vida cotidiana: la vivienda, los amigos y familiares afectados.

            Estamos más vivos y más despiertos, porque hay que negociar con el Consorcio de Seguros, urgir a las Administraciones públicas las ayudas que tardan en llegar, negociar con las empresas de construcción la reparación de la vivienda o la construcción del bloque de pisos. Esta situación nos hace ser más
nosotros mismos. Lorca no es una ciudad resignada.

            También nuestras fiestas. Ha sido un acierto que las fiestas, y concretamente estas fiestas como parte de la vida ciudadana, se hayan mantenido. Felicidades a nuestro alcalde D. Francisco Jódar y a nuestra concejala de cultura Dª Sandra Martínez por el apoyo que les siguen prestando y felicitaciones especiales a dirigentes y participantes en las celebraciones de San Clemente con Luis Antonio Torres del Alcázar a la cabeza por haber hecho ya una tradición de las fiestas de nuestro Patrón, diríamos en su segunda época, porque si se asume que una tradición se consolida cuando pasa una generación, ya han pasado veintisiete años, que es prácticamente una generación de lorquinos que han nacido y crecido con los desfiles ya en marcha.

            Las fiestas son vida y son una manera de unir a las personas, aunque en algunos casos haya que utilizar sordina para no excederse. Y en torno a San Clemente, hace ya más de un cuarto de siglo, surgió una fiesta, recuperada del pasado y enraizada en esa tradición levantina de lujosos desfiles, color, música, pólvora… Se trataba de recrear la historia de una manera esquemática, haciendo pedagogía, sintetizando en unos actos, culturales, festivos y folklóricos, algo que es nuestro pasado y debe ser nuestra herencia.

            Por eso desde su nacimiento parejo a los desfiles hubo actividades culturales de las que quedan memoria: exposición medieval en la torre Alfonsina, incluso un concierto de música medieval que se dio en el primer piso de la torre, aún sin restaurar y con un alumbrado de emergencia, donde un grupo especializado en música medieval venido desde Hellín, nos deleitó con cantigas de Alfonso X y con motetes y baladas. Después también la coral Bartolomé Pérez Casas colaboró en aportar la música a las celebraciones. Además se publicaron carteles y tarjetas con la recreación del plano medieval de la ciudad y con la distribución por todo el término municipal de castillos y atalayas de la época. D. Domingo Munuera, memoria viva y documentada de aquellos comienzos prestó un gran servicio a la celebración y por tanto a Lorca.

            Queríamos hace veinticinco años recuperar la tradición de mirar hacia nuestro castillo, recuperar una romería que tuvo gran auge hasta no hacía mucho tiempo. Los mayores recordamos aún cuando se subía a la Virgen de las Huertas y se celebraba una misa de campaña, incluso con una escuadra del Regimiento Mallorca XIII de tan grato recuerdo. Eran los días de los puestos de castañas y las cuadrillas tocaban las primeras pascuas.

            Queríamos que los lorquinos en su día del patrón no salieran de Lorca buscando los grandes almacenes. Aún no existía el magnífico proyecto Lorca Taller del Tiempo hasta cierto punto parado en la gestión y sin cumplir todas sus expectativas. No estaba el Parador, tan bueno para la proyección exterior de Lorca como desubicado en el horizonte de la fortaleza. Pudo ser en otro lugar, aún dentro del recinto amurallado y con otro diseño. El parador es el al mismo tiempo paradójicamente profanación y relanzamiento del patrimonio histórico de Lorca. Queda por recuperar la torre Alfonsina y urge más ahora que de nuevo vientos privatizadores soplan sobre Turespaña. El producto Lorca Taller del Tiempo no estará completo sin la torre que es la verdadera fortaleza del sol super astra locatum.


            Recuerdo cuando habilitamos desde al Ayuntamiento algunas estancias del recinto: las torres, algún aljibe, las llamadas caballerizas… para que kábilas y mesnadas pasaran la noche en vela después de la subida con antorchas y en espera de la refriega del día siguiente. Quisimos que naciera como actividad cultural y no solo recreativa; queríamos volver la vista hacia esos tiempos, y sabíamos que en el siglo XVI había desfiles, torneos, juegos de cañas, de cintas y de toros, con el fin de divertir a la población y ejercitarlos físicamente para tenerlos preparados para las posibles escaramuzas que podían acontecer en una zona acostumbrada a ser frontera tanto tiempo... y donde había una -a veces difícil- convivencia entre moriscos, judíos y cristianos. Y ahora sabemos que los judíos también tenían una fuerte y discreta presencia ciudadana, quizás demasiado acotada en su barrio y su sinagoga como centro de su vida social y religiosa. El pueblo judío, siempre sujeto a los sentimientos casi siempre hostiles de los vecinos, desterrado, odiado, deseado, envidiado y permanente-mente unido.

            Ha pasado ya casi una generación de lorquinos que se han encontrado al nacer y al crecer, repito, con la conmemoración festiva y cultural en torno a San Clemente y los nuevos responsables de su organización han mejorado, profundizado y superado lo que en un principio fue un acto voluntarista pero no exento de rigor y de trabajo bien planificado.

            Eran los principios de la década de los años ochenta, a siete años de aprobada nuestra Constitución y a tres años de aprobado en 1982 el Estatuto de Autonomía de le Región de Murcia, donde se instaba a profundizar en nuestras raíces y la recuperación de tradiciones culturales, artesanas y folklóricas.

            Nos propusimos recuperar en primer lugar la Bandera de Lorca. No tuvimos que inventarla; un jirón de ella quedaba unido a un asta histórica, el color carmesí de la seda damasquinada y el documento del encargo a un bordador granadino para su confección. Esta vez fueron bordadoras lorquinas con Engracia Segado a la cabeza las encargadas de plasmar en la bandera el escudo de la ciudad tal y como estaba en algún bajorrelieve y en una campana de San Patricio, cuyo molde sirvió al eximio pintor e historiador Manuel Muñoz Barberán para dibujar el escudo tal y como ahora podemos ver, ayudado con su proverbial generosidad por nuestro Académico Juan Guirao, profundo conocedor de la historia y tradiciones de Lorca y sobre todo lorquino hasta la cepa y amante de su patria chica.

            Le dimos gran solemnidad a la fiesta de la recuperación de la bandera, con todas las máximas autoridades de la recién estrenada autonomía, pero también con la presencia de los primeros representantes de las poblaciones vecinas unidas a Lorca en otro tiempo por su territorio, por sus hechos de armas o por su vecindad. Puerto Lumbreras, Águilas, Mazarrón, Fuente Álamo, como integrantes en épocas pasadas del territorio lorquino. Y Baza, Vera, por ir unidos en mil batallas de frontera, más Caravaca, Totana, Aledo, Pulpí, Cehegín, Mula, por vecindad. Representaciones de festeros moros y cristianos de Abanilla y Caravaca también estuvieron presentes como anticipo de lo que después serían los desfiles de Lorca, consolidados a partir de 1986.

            ¡Qué buena idea la de extender la representación a otra cultura que tuvo gran importancia en el pasado de Lorca: la judía! Como se ha demostrado por los recientes descubrimientos arqueológicos, confirmando algo que ya se sabía, Lorca, como toda Murcia, fue un centro cultural y religioso de primer orden. En tiempos del Rey Sabio, a la centenaria y prestigiosa Escuela de Traductores de Toledo se unen la escuela de Sevilla y la de Murcia, y recordemos el servicio que aquellas escuelas de traductores hicieron a la cultura occidental transmitiendo a las futuras generaciones las obras de filósofos, sabios, astrólogos y astrónomos de la antigüedad. Sabiduría que se hubiera perdido sin aquella labor.

            La mayoría de los equipos de traductores eran judíos y árabes que tradujeron incluso algún libro secreto como la llamada Kábala, pues había libros a los que se daba un carácter mágico restringidos solo al uso de unos pocos. Recordemos aquellos libros envenenados que mataban, como nos novelaba Umberto Eco en El nombre de la rosa luego llevada al cine.

            La tradición festera levantina reduce prácticamente a moros y cristianos los desfiles y festejos, y parece que la historia nos transmite que moros y cristianos convivieron armónicamente y el núcleo judío estaba más plegado sobre sí mismo, refugiado en sus creencias, sus ritos y sus costumbres ancestrales y en los múltiples repartimentos de la post-Reconquista sus barrios gozaban de gran independencia. Sin embargo de entre ellos surgían sabios ilustres conocedores de la medicina y de los astros, expertos en comercio y finanzas, emprendedores, que los reyes, sobre todo el Rey Sabio, aprovecharon para sus empresas culturales y literarias.

            Célebres prohombres del pueblo judío, conversos o no, han escrito su nombre en la historia de España y por ende de Lorca, durante siglos. Cuando se transita por la calle Jerónimo de Santa Fe quizás muchos ignoran la importancia de este judío, luego converso al modo de la época, hijo de una familia de rabinos y eruditos de Lorca y que luego en Aragón siguiendo la estela del Papa Luna, aquel Benedicto XIII, aragonés testarudo -más bien atascao- que se mantuvo en sus trece haciendo de Peñíscola su Vaticano particular. Era la época en que la Iglesia parecía no ser católica, apostólica y romana, sino católica, apostólica y de Avignón o de Peñíscola, pues tres papas se disputaban la legitimidad.

            Aquel oriundo lorquino, Jerónimo de Santa Fe, fue el mejor conocedor del cristianismo y judaísmo de su época y por eso fue legado del Papa en célebres polémicas teológico-filosóficas. Nada tendría de particular que en la escuela de traductores de Murcia, siguiendo a las de Toledo y Sevilla y creada por Alfonso X, hubiera judíos y árabes lorquinos bajo la autoridad de Al-Ricotí nombrado director de aquel centro de estudios.

            Lorca, en la frontera muchos años, no solo fue una plaza militar fuerte, sino también lugar de actividad intelectual, ligada entonces a las distintas religiones. La religión estaba muy ligada al poder y dependía de la voluntad de los reyes de aquel tiempo ser más tolerante o más represivo. En la época en que nuestro Alfonso X andaba por tierras de Murcia, Sevilla, Toledo… estaba tan preocupado por las batallas como por la cultura. Pero yo no quiero dictar una lección de historia, ni hacer literatura, quiero hacer un pregón que es un anuncio y una llamada a todos los vecinos de Lorca. Para la historia medieval tenemos la suerte en Lorca de contar con profesores y eruditos, especialistas y expertos como D. Juan Francisco Jiménez Alcázar, profesor de Historia Medieval y director del Instituto de Estudios Medievales, y siempre tenemos a D. Juan Guirao, archivo viviente de mil y una historias y anécdotas de personajes y acontecimientos e nuestra tierra. Para la literatura ahí están las obras literarias que basadas en la historia o en la leyenda han escrito muchos autores lorquinos. Ahí están los romances de la época con las hazañas bélicas jalonadas de episodios como el de la novia de Serón o el de Lorca jugada en partida de ajedrez. O leyendas como la del Cejo de los Enamorados o la balsa de la princesa encantada… Ahí están ellos y otros, ahí está nuestro rico Archivo Histórico y sus responsables encargados de velar por conservar y transmitir y divulgar nuestras señas de identidad. Yo solo soy el pregonero, al que le encargan que llame a la fiesta derramando por calles y plazas, barrios y pedanías, la noticia. Para ello no necesito el rigor de la historia aunque recurra a ella con pinceladas apresuradas.

            Por eso pregono. ¡Acudid, lorquinos, a la fiesta de San Clemente! La fiesta es de todos. Las fiestas también son lugar de encuentro, crean lazos de amistad, liman asperezas y la música, el colorido y el espectáculo crean un ambiente donde se expresa nuestro lado jovial y participativo. ¡Acudid a los desfiles y volved a tomar el castillo! Uníos una vez más en torno a las fiestas y superadas las batallas, desechando la guerra, retomemos aquella otra faceta del Rey Sabio historiador, poeta, traductor, y cuando contemplemos a moros, judíos y cristianos desfilar por la avenida empapémonos del color, de la música, de la solemnidad y contagiémonos de lo que transmiten los cientos de figurantes: que es concordia, alegría y cierta nostalgia al recuperar nuestras raíces y vernos allí también representados.

Espolón moro y almenado. Fiestas 2009

            Es un desfile de paz y de pluralidad, sin preeminencia de unos sobre otros, en plano de igualdad. Es una muestra de la alianza de culturas que hubo en España y en Lorca. Y no digo que es una muestra de alianza de civilizaciones porque es una expresión sospechosa. Hay muchos aspectos comunes a las tres culturas fuertemente influenciadas por la Religión, tanto en sus textos sagrados, como en sus prácticas litúrgicas, en sus cánticos, en sus ayunos, en sus ritos sagrados, peregrinaciones, procesiones, fechas consagradas, promesas de otra vida en el Cielo, en el Paraíso o en el Edén… Muchas veces solo trascienden los enfrentamientos crueles a veces basados en interpretaciones fanáticas que van desde las Cruzadas hasta el conflicto actual en Oriente Medio. Dejadme que me crea que la presencia conjunta de judíos, moros y cristianos es presagio de una Lorca más unida, mas generosa, más abierta, más tolerante.

Espolón reconquistado. Fiestas de 2009

            En Lorca estamos acostumbrados a recordar plásticamente la historia, pues procesionamos la historia bíblica en nuestra personalísima Semana Santa, donde por cierto también desfilan hebreos, egipcios y cristianos, todo con el hilo conductor de una religión que se quiere mostrar superior a las otras, por eso ese grupo del Triunfo del Cristianismo. Aquí, en los desfiles de San Clemente, no gana nadie y todos triunfan, cada uno en su papel, cada cual en su representación que recorre las calles de Lorca invitando a los lorquinos a que investiguen en sus genes y descubran cuánto tienen de judíos, moros o cristianos. Quisimos en el nacimiento de las celebraciones no crear competencia con los Desfiles Bíblicos de Semana Santa; por eso se prescindía de bordados en los trajes y se limitaba la presencia de caballos. Era otra cosa.

            Aunque curiosamente en estos últimos tiempos puede darse el caso de que haya más espectadores del Magreb real que figurantes en el desfile, pues el paisaje urbano lorquino está jalonado de trajes típicos, chilabas, babuchas y velos y algún turbante: no son infrecuentes en nuestras calles. No hay más que darse una vuelta por la calle Mayor del Barrio de San Cristóbal sobre todo un domingo o un día en que no haya que trabajar en el campo.

            Y todo ello es posible en Lorca, donde confluye la realidad social con la económica y conviven con nosotros pueblos y civilizaciones de Oriente y del Sur y de más allá de los mares. África, América y Europa se dan la mano todos los amaneceres en el Óvalo, donde una Babel de lenguas sube a los autobuses y furgonetas camino de las plantaciones de nuestra huerta y de las limítrofes donde representan el 90 % de la mano de obra no siempre bien tratada ni bien comprendida. Ellos son la nueva diáspora empujada por la necesidad de subsistir, ellos van siendo nuevos lorquinos que dentro de una generación compartirán también nuestra historia, nuestras costumbres y tradiciones, con los que nacen y se asientan en nuestra comunidad local.

            Probablemente dentro de unos años habrá que incorporar a este desfile una representación de los ancestros de tanta población latina como ya existe en nuestra ciudad; son los nuevos lorquinos, como hubo en el Medievo nuevos cristianos, que vivían y convivían compartiendo economía y status sociales. Tiempo al tiempo.

            Así los lorquinos hemos convertido las fiestas de Moros, Judíos y Cristianos en una especie de test que valora nuestro grado de tolerancia, de respeto al diferente, de apertura de miras, de pluralismo en definitiva. Dejad que me lo crea.

            Más de siete siglos de convivencia de las tres culturas manifiestan lo importante que es ahondar en nuestras raíces, aunque sea por la vía de la fiesta, y ver cuánto llevamos encima de judíos, moros y cristianos, en nuestro nombre, apellidos, lugar donde vivimos o calle en la que está nuestro domicilio. Os invito a repasar vuestro nombre y vuestros apellidos, el nombre de vuestra calle o del paraje donde vivís, el nombre de riegos y canales de la huerta, el nombre de montes que nos circundan. Nos asombraremos con lo que descubramos.

            En estos días nos encontramos por las calles de nuestra ciudad a los participantes en los desfiles engalanados con sus trajes y no nos extraña verlos en la terraza de un bar o camino de los lugares donde se celebran los actos conmemorativos de San Clemente, pero todos los días nos encontramos por Lorca con otras vestimentas, con otras ropas, con otras voces que no entendemos, con otra música, con otras pieles curtidas por soles remotos, con personas venidas de otras latitudes. Ya no nos extraña su presencia, aunque tenemos que admitir que los consideramos lejanos, distintos y diferentes, pues nos falta ese ejercicio de integración que solo el respeto al diferente y la consideración solidaria nos deparará.

            También nuestra fiesta de Moros, Judíos y Cristianos nos puede ayudar a que al revivir cómo éramos nos demos cuenta de que no está muy lejos el cómo somos.


            En mi deambular por Lorca, y más en estos días, me gusta imaginar cómo sería la vida diaria de la Lorca medieval, con su estructura social bien definida por su origen, su religión o su economía, y cuando me encuentro con personas de otras culturas con sus trajes típicos me traslado a aquella Lorca del final de la Edad Media, e intento hacer una película del trajinar, del vivir cada día, del trasiego de viajeros, comerciantes, soldados, clérigos, campesinos, amos y criados, de carruajes y caballerías, de animales camino del mercado o de su redil… Y me detengo a veces en cómo serían las noches de Lorca, cuando se cerraran las puertas de la ciudad y la oscuridad dominara el entorno y se cavilaba como vivir cada día.

            Me gusta saber de la historia de la vida cotidiana, por encima de batallas o de cuestiones comerciales o económicas. Me encantaría que hubiera más historias de la gente corriente de todas las épocas, también de la actual.

            Por todas estas cosas no están de más festejos como los que estoy anunciando, porque son diversión, pero también reflexión, son recreación de lo que llevamos en nuestro inconsciente colectivo y no sobran en un mundo tan cambiante donde la historia se repite.

            Venid, por tanto, a la fiesta de San Clemente, nuestro Patrón, por obra y gracia de ser el cumpleaños de un príncipe valiente e ilustrado, que portaba las armas, pero también los libros y a la estrategia militar unía el mecenazgo y el impulso cultural. Conquistaba ciudades, pero muchas veces se sentía conquistado por la sabiduría de los que conocían la medicina, la astronomía, la filosofía y buscaba y cuidaba a los sabios que encontraba, fueran moros, judíos o cristianos y rescataba los escritos de los sabios de oriente para trasladarlos al acervo cultural de su época y así transmitirlos al futuro.

   
         Se cierra nuestro cortejo con los Reyes Católicos, como iconos del final de una época e inicio de otra tan rica para las artes y las ciencias como fue el Renacimiento. Los Católicos Reyes tienen un lugar especial cerrando el desfile. Ellos son el símbolo recurrente de una España unida, pero plural. Ysabel Reina de Castilla y Fernando Rey de Aragón. Tanto Monta, monta tanto… pero con Fueros distintos, con Cortes distintas a las que tenían que someter sus decisiones. Una reciente serie televisiva nos ha representado la sociedad y la política de la época, con sus intrigas y juegos de intereses, con su moral y sus disputas. Entones un oportuno matrimonio lo arreglaba todo. Hoy parece que nadie se quiere casar con nadie, en el sentido más amplio de la expresión, y estamos viviendo la repetición histórica de enfrentamientos entre Reinos y Regiones, como antaño, como siempre. Quizás ese sea el sino de España, o su castigo, o su reto, o su potencialidad que ha de ser bien encauzada.

            Los Reyes Católicos quisieron dejar el legado de una España donde aquellos invasores del norte de África, que siglos antes habían cruzado el estrecho en son de guerra, no tuvieran ningún poder territorial. La conquista de Granada en 1492 culminó ese objetivo. Cuando el Rey Fernando estuvo en Lorca en 1488 el cerco se iba cerrando y poco a poco iban rindiéndose poblaciones musulmanas del entorno de Granada. Lorca ya hacía muchos años que era de nuevo cristiana, pero su población, como la de tantos territorios conquistados, era una mezcla de moros, judíos y cristianos. Todos ellos eran conminados a convertirse a la religión oficial, algo que la mayoría hacía por conveniencia o por supervivencia.

            Esa conquista del último territorio árabe en suelo español fue considerado como cruzada, y la ofrenda a la poderosa Iglesia de entonces fue el decreto que promulgaron en Castilla y Aragón Ysabel y Fernando expulsando a los judíos que no quisieran convertirse al cristianismo, confiscando sus bienes aunque negociando que pudieran llevarse, diríamos en valores, parte de ellos, pero ninguna moneda, ninguna joya, ninguno de sus enseres, ni siquiera caballos. Muchos judíos se convirtieron (cristianos nuevos, maltratados durante mucho tiempo). Los Sefardíes aún conservan por todo el mundo su lengua, el ladino, y viejas costumbres que llevaron consigo... como se dice que algunas familias conservan las llaves de su casa añorando la vuelta a Sefarad, nombre que daban a España. Años después se expulsó a los moriscos que no quisieron convertirse.

            Hoy el mundo es más abierto. Las nuevas tecnologías eliminan fronteras y barreras, derriban muros y nos hacen a todos ciudadanos del mundo, pero siempre ha de quedar en el fondo de cada cual la huella de su cuna, de su familia, de su tribu, de su origen y de su trayectoria vital y cultural. Aunque, como diría Unamuno, cada uno es cada uno y tiene sus cadaunadas, nuestro instinto gregario, el nosotros de nuestra personalidad inconsciente, reclama de vez en cuando nuestra historia.

            Amigos lorquinos: esta es nuestra historia, ahora es el presente y esta es nuestra fiesta. Os esperamos. 

            Lorca, Noviembre 2012
            JOSÉ ANTONIO GALLEGO. Exalcalde






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