miércoles, 24 de octubre de 2012

El Esparragal (P. Lumbreras), Zona Catastrófica



            Sales de Lorca por la carretera de Granada, pasas por delante de La Viña y ves lo que llevas viendo un año y medio. Solares ahora llenos de barro, comercios con la persiana bajada y oxidada, un grupo de vecinos que se toma un café en un bar rodeados de puntales, y las obras en los edificios UME y Viña 3 como tímida señal de recuperación. Coges el Camino Viejo del Puerto y la devastación en la ciudad da paso al caos en la huerta. Hay excavadoras tratando de abrir los caminos; vecinos armados con escobas y recogedores; maleza a ambos lados de la cuneta, tuberías de riego por goteo enmarañados entre las ramas de los árboles. Hace ya tres semanas desde que la riada devastó el campo de Lorca, Puerto Lumbreras y Totana, y todavía no ha llegado ni un céntimo.

            Dejas atrás La Torrecilla de Lorca, entras en La Estación-El Esparragal de Puerto Lumbreras, y la devastación continúa. Kilómetros y kilómetros de campos enfangados, caminos polvorientos, casas con la marcha del barro por encima de las ventanas de la planta baja. La rambla de Béjar se ha abierto en dos ramales sucios, profundos, llenos de gravilla, que desembocan en el campo, entre las casas. La de Nogalte es un desfiladero de tierra negra con el municipio tan vulnerable aguas arriba y el puente del ferrocarril hecho mistos -como dicen por esta zona- medio kilómetro más abajo.


            Al llegar a El Esparragal, lo primero que se ven son los contenedores. Sofás, restos de madera, cortinas, colchones, ropas... no sólo sucias, sino llenas de barro hasta el último poro. Arrugadas, rotas, escupidas por la riada que convirtió los hogares en piscinas. En algunos lugares no aguantó ni el asfalto de la carretera, mientras que los tubos de cemento de las acequias fueron esparcidos entre los almendros y los olivos como si fueran fichas de dominó o los dientes del esqueleto de un gigante. Hay señales de rotonda dobladas por la fuerza del agua, farolas tumbadas de una patada, cunetas de hormigón quebradas como la corteza de una barra de pan.
 

 
La caseta de un perro, arrancada de una finca

             Y luego está la grieta.

         Hasta el lugar exacto me guía don José; un vecino de Los Soles, o Las Quebrás, que son los nombres con los que se conoce esta zona de El Esparragal. Un sitio antes rico en olivos, en el que durante años y años se abrieron pozos para quitarle el agua a los acuíferos. Llegó a haber una docena de pozos extrayendo agua del subsuelo cada vez a más profundidad, hasta que se fueron secando. Ahora sólo queda uno, que quizás tenga que bajar 200 metros hasta llegar al agua.

            La grieta aparece de repente. Una cicatriz de medio metro de anchura en algunos puntos, y una profundidad que alcanza los dos metros. Recorre el terreno de don José, parte en dos la parcela de al lado, atraviesa un muro y desaparece justo al lado de una casa a medio construir; una casa que ya se ha hecho célebre a su pesar, y que estos días es el punto de atracción para vecinos y curiosos. Don José afirma que la grieta ya se abrió algunos años atrás, aunque cincuenta metros más abajo. Dice que él mismo tuvo que advertir a una vecina cuando quiso edificar su casa en la parcela que acababa de dejar de ser terreno rústico. La vecina hizo la casa unos metros más arriba, y eso ha impedido que la grieta la parta en dos. Lo que no se ha podido remediar es que la parcela entera se convierta una piscina por obra y milagros de dos tapias de cemento que cierran el terreno de un tercer propietario.




  
            Don José afirma que ha tenido que echar tres camiones de tierra para cerrar la grieta que se ha abierto en su propiedad; la cicatriz no le quita el sueño, porque sus terrenos siguen siendo campo: no hay cimientos que proteger. Eso sí; se está planteando poner una valla, para evitar que los curiosos que siguen entrando en su propiedad tropiecen con la grieta, se partan un tobillo y le busquen la ruina. La ruina, dice, como si El Esparragal no estuviera completamente arruinado.


           Al otro lado de la carretera, la grieta continúa y se hace más grande y más honda. Son los técnicos los que tienen que averiguar qué es lo que está pasando en esta zona de Puerto Lumbreras. Como especular es fácil, yo me imagino que después de tantos años extrayendo agua, allí abajo se habrán abierto unas cavernas de consideración. La tarde de las riadas toda aquella zona se llenó con varios metros de agua; calculen el peso que tuvo que soportar la tierra hueca por debajo.



La grieta salta la carretera y vuelve a afloraral otro lado de la casa
 

             En cualquier caso, los vecinos de El Esparragal siguen con el barro hasta las cejas como consecuencia de una verdadera catástrofe. Es necesario que lleguen las ayudas para los miles de vecinos de la Zona Catastrófica que se abre a ambos lados de la autovía A-7 desde Totana hasta el límite con Andalucía.

            Lébor, El Campillo, Purias, la ciudad de Lorca, La Escarihuela, La Torrecilla, La Estación, El Esparragal, Puerto Lumbreras, el Cabezo de la Jara... miles de ciudadanos que siguen manchándose de barro cuando salen de casa o tratan de llegar a sus explotaciones, en algunas de las cuales todavía no han podido entrar porque se han quedado sin camino.

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